Hay de familias a familias y de obras a obras y en este sentido el arte no ha escatimado a través de lo siglos en retratar y perpetuar en distintos soportes los rostros y las historias que de alguna forma han forjado la historia del mundo. Una de las familias e historias universales que han sido fuente infinita de inspiración para artistas, son las referidas al origen, transcurso y reinado del mundo desde la óptica de la mitología y en este sentido, en especial aquellas que se centran en los mitos griegos. Veamos un poco pues el comienzo de la historia de Zeus, el hijo que vengó a sus hermanos y que le repitió la receta a su padre dándole una cucharada de su propio chocolate.
Resulta que al comienzo de los tiempos, según Hesíodo, Urano gobernaba y simbolizaba “el todas las puedo”. Urano, era hijo de Gea, la madre tierra, quien había concebido a Urano por sí misma, sin necesidad de macho que le ayudara en el proceso y al mismo tiempo era también su esposo. La unión de Gea y Urano trajo al mundo a la primera generación de titanes, y de entre estos, nació Cronos.
Como ha sucedido en miles de casos a lo largo de la historia, el hijo ambicionaba el poder del padre para gobernar el universo. Por su parte Urano que seguro no era bondadoso ni amoroso, ya no llevaba bien la fiesta con Gea, pues éste se había encargado de esconder en el Tártaro (que según la mitología se trataba de un abismo profundo usado como mazmorra de sufrimiento usada para los criminales mortales) a sus hijos, los Cíclopes y a sus hermanos Coto, Briareo y Giges, los Hecatónquiros.
Gea furiosa y desencantada de Urano reunió a sus hijos, los titanes, para que mataran a Urano, tarea que el ambicioso Cronos aceptó y con la ayuda de una enorme hoz creada y otorgada por Gea, castró al padre.
Más el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre: «Madre, yo podría, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones».
(Hesíodo, Teogonía)

Cronos, conocido como Saturno en la mitología romana, habiendo destronado a su padre, se convirtió en el primer rey del mundo, pero como bien dice otro refrán, el que la hace la paga.
Resulta que en estas historias de infamias de familia, además de intrigas, traiciones y asesinatos también reina el incesto, como ya hemos visto en el caso de Gea, y por supuesto como en las mejores sagas, también hay profecías. Así las cosas, sucedió entonces que Cronos que había castrado a su padre y arrojado sus testículos al océano (lo que luego daría origen a Afrodita), se casó con Rea, que sí, era su hermana y con quien tuvo muchos hijos. Pero Cronos, como es de imaginarse no era tan distinto a Urano y quería dominar solito, teniendo el cielo de Urano y la tierra de Gea quiso hacerse también del control del mar.
Del romance entre Cronos y Rea, nacieron seis hijos, los primeros cinco: Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón, sin embargo, había una profecía que dictaba que uno de sus hijos lo destronaría, situación que a Cronos, sabiendo el propio hurto que él había cometido contra el padre, lo ponía loco y paranoico, así que determinó para evitar tal embrollo tragarse a sus hijos al nacer.


Rea, desesperada por esta situación y guiada por el sufrimiento de vivir el destino que estaban teniendo sus hijos, decidió esconder a su sexto hijo, Zeus, en la Isla de Creta y a cambio dio a Cronos una piedra especial para que éste la devorara y creyera que que se había tragado a su hijo eliminando así las posibilidades de la profecía.
A Zeus, o Júpiter para los romanos, lo criaron durante su crecimiento la cabra Amaltea y las Melias, que eran ninfas del fresno portador de Maná y recibía con regularidad la visita de su madre Rea quien lo educaba en la venganza contra el padre. Cuando Zeus creció le dio una cucharada de su propio chocolate a Cronos y materializó su venganza dándole de beber una mezcla que lo hizo vomitar a los cinco hijos que se había tragado, quienes salieron no sólo vivos sino enteritos y de ese modo, Poseidón, Hades, Hera, Deméter y Hestia agradecieron y juraron lealtad a Zeus, naciendo así la era de los dioses del Olimpo.
En cuanto al refrán mexicano de la cucharada de su propio chocolate, encuentra su origen en San Cristóbal de las Casas, Chiapas en 1625. Cuenta la historia que las mujeres que acostumbraban ir a misa gozaban de tomar una tacita de chocolate al tiempo que se daba la misa, pues las celebraciones eran larguísimas, lo que generaba que las doñitas se pusieran a echar el chal al tiempo que el padre pronunciaba la palabra de Dios, circunstancia que no fue del agrado del obispo de la zona, don Bernardino de Salazar y Frías, quien prohibió la disposición del cacao durante el rito. La prohibición alejó a estas mujeres quienes comenzaron a asistir a misa en los conventos en vez de en la Catedral. Un buen día, después de la prohibición, el obispo amaneció muerto y se determinó que había muerto envenenado, rezando la leyenda que dicha intoxicación se debió a la ingesta de una bebida hecha a base de cacao, por lo que desde aquél día se dice: “le dieron una cucharada de su propio chocolate”