• Publicación de la entrada:octubre 24, 2024
  • Tiempo de lectura:9 minutos de lectura

Somos dos fantasmas en un terreno baldío.

-Claudel a Rodin

Camille Claudel

No todos conocen su nombre y aquellos que lo hacen, la ubican como la pareja sentimental del prolífico Auguste Rodin, el genio escultor de la Belle Epoque cuyo arte ha llegado a nuestros días y a nuestro país de muchas maneras pues se dice que uno de los mayores coleccionistas de obras de Rodin en el mundo es ni más ni menos que el empresario Carlos Slim, por lo que en la plaza Carso y en los museos Soumaya y San Carlos podemos admirar piezas de primerísimo nivel como el pensador, la sombra, la mártir, el beso o la eterna primavera. Y ahí mismo, justamente, entre tanta parafernalia Rodinesca, se halla una pequeña obra en ónice y bronce de Camille, “la gran ola”, que no rebasa los 65 cms y cuya inspiración la podemos seguir hasta el viejo japón, en el genio de Katsushika Hokusaï (1760-1849) cuya obra, se los aseguro, aunque no les suene ya la han visto.

Camille nació escultora, punto. Esa sería la mejor forma de definirla y hacerle justicia además. Desde muy chica jugaba con el barro y esa simple tierra mojada ella la convertía en figuras que denotaban el soplo divino que tuvo siempre en sus manos. Con tan solo 17 años fue admitida en una academia de arte en París, lo cual fue un gran logro ya que eran muy contadas las escuelas que aceptaban mujeres en el mundo y para hacerlo había que ser el doble de buena que un hombre. Ella lo era sin duda alguna y no tardaría el genio Auguste Rodin, la referencia artística de la época, en percatarse de su existencia.

Rodin tenía 42 años cuando, supliendo a su amigo Alfred Boucher en una clase en la academia Colarossi y revisando los trabajos de los estudiantes encontró formas que sugerían una inspiración superior. Preguntó quien era el autor de esas piezas y su sorpresa fue tremenda al ver aparecer el angelical rostro de una mujer que aún no cumplía los 18 años. Quedó maravillado por su destreza, deslizó sus dedos durante varios minutos por las piezas de barro y la invitó a trabajar en su estudio donde muchos escultores preparaban los trabajos que después el maestro terminaría con su particular inspiración y sello. Rodin la hizo también su amante. Durante 10 años le quitó y le dio todo aquello que sólo puede dar y quitar un genio que estaba enfermamente enamorado y atormentado.

Camille Claudel

Encontrar el punto de quiebre exacto en el corazón de Camille es complicado. Pudo haber sido cuando se enteró que Rodin tenía una esposa, Rose Beuret con quien estaba desde 1864, año en que Claudel apenas nacía y cuyo descubrimiento inspiró la famosa escultura “La edad madura”, donde se ve a la joven de rodillas implorando el amor del maestro quien, dándole la espalda, se acerca a su esposa. O el forzado aborto al que la llevó Rodin. O el alcoholismo en que se refugió, o el desamor de su madre o la extrema sensibilidad de su alma, o todo esto junto.

En una de sus innumerables peleas con Rodin le dijo una frase brutal, una que desde que la escuché por primera vez se me quedó grabada como en piedra para siempre y que resultó como un epitafio a su relación tan llena de vacíos: “Eres sólo un escultor, no una escultura”. Su historia, que parecía tan similar, toma en un determinado momento caminos muy distintos. Rodin se va a la famosa exposición mundial de París de 1900 y triunfa estrepitosamente, pasando el resto de su vida caminando entre la adulación de París y de toda Europa. Camille se va detrás de sus pensamientos y comienza el descenso a los dantescos infiernos de la locura que no terminarán para ella nunca.

Camille Claudel

¿Cuántas de las esculturas que existen hoy atribuidas a Rodin tienen trabajo de Camille? No lo sabremos nunca, pero hay quien afirma que los pies y algunas posiciones de los brazos era un trabajo que se lo dejaba a ella pues él no podía hacerlo mejor. Esto hizo que también Camille fuera desarrollando una creencia de que Rodin la necesitaba. Creencia que degeneró en psicosis y delirios de persecución y un 08 de marzo de 1913, luego de que recién había sufrido la muerte de su padre y con ello quizá la última estocada, la encerraron en el hospital psiquiátrico de Ville-Evrard y de ahí la trasladaron cuando se desata la primera guerra mundial al de Montdevergues, muy cerca de Aviñón, de donde no saldría más. Falleció un 19 de octubre de 1943 a los 78 años de edad, a causa de desnutrición pues tenía una psicosis de que la querían envenenar con la comida. Se quedaba junto a las ollas donde la preparaban durante todo el día y parte de la noche, vigilando. Dos días más tarde la enterraron en una pequeña tumba sin nombre y sin la presencia de nadie de su familia o amigos.

Estoy aquí por ser mujer y querer ser libre
Estoy aquí por haber amado
Por haber aspirado a ser algo más que una marioneta
Por haber querido ser dueña de mi propia vida
Estoy aquí por haber superado en genio a mi maestro
Por todo eso… estoy aquí.

-Camille Claudel.

Camille Claudel

Hay dos películas interesantes que tratan de su vida. Una se desarrolla desde el primer encuentro con Rodin y hasta su claustro. La otra está centrada específicamente en su vida dentro del psiquiátrico. Están protagonizadas por Isabel Adjiani y Juliet Binoche respectivamente, las actrices francesas más bellas y brillantes de los últimos tiempos y ambos filmes no tienen desperdicio.

Casi 80 años después de su muerte, el museo Camille Claudel fue finalmente inaugurado en marzo de 2017 en Nogent-sur-Siene, Francia. Allí se exponen muchas obras por primera vez luego de ser adquiridas por 13.5 millones de Euros a su sobrina nieta Reine-Marie Paris quien se ha dedicado a mantener vivo su legado.

Su hermano Paul, quien se convirtiera de pronto en un fanático católico tras un arrebato místico mientras escuchaba el canto Magnificat en Notre Dame y quien, junto a su padre y a Rodin, completara la trinidad del amor en la vida de Camille, también la abandonó y solo la visitaría 6 veces en esos penosos 30 años. Sirvan estas líneas como un homenaje a la mejor escultora de nuestros tiempos, una mujer cuya capacidad de amar la rebasó por todas partes, como a una presa la llegada de una tormenta que no cesa.


Emprende un paseo por la bella época de la escultura


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