• Publicación de la entrada:marzo 29, 2025
  • Tiempo de lectura:10 minutos de lectura

Cuando hablamos de la jerarquía celestial, hay que tener claro que los arcángeles no son cualquier angelito de barrio. A diferencia de los ángeles comunes, que se encargan de tareas menores o brindan consuelo en silencio, los arcángeles son los mercenarios del cielo. Mensajeros con una autoridad que retumba desde hace milenios. Son como los superhéroes del universo espiritual, encargados de pelear batallas espirituales, revelar verdades que cambian vidas y, de vez en cuando, meterse en los asuntos de los simples mortales.

Entre estos titanes, nombres como Miguel, Gabriel y Uriel imponen respeto, pero hoy nos enfocaremos en San Rafael. Como patrón de los viajeros, la sanación y la protección, su presencia ha sido sentida por muchos, dando pie a una historia asombrosa que comenzó en el siglo XVI y que, dicen, sigue viva hasta nuestros días.

La peste llega a los pueblos de España

El año es 1578, y el escenario es Córdoba, España, un lugar sumergido en caos, donde la peste bubónica arrasaba las calles como lo hizo nuestra pandemia del 2020. Los hospitales rebasados, familias escondidas en aislamiento desesperado, y un olor a muerte que flotaba como una señal macabra en el aire.

En medio de esa pesadilla, un humilde sacerdote franciscano, el padre Andrés de las Roelas, lloraba arrodillado cerca de su iglesia de San Lorenzo, rezando con lágrimas que se mezclaban con el polvo de la desesperación. Fue entonces cuando una figura brillante salió de entre las sombras. Un joven de pelo suelto, vestido con ropa de viajero desgastada, apareció con un bastón y un pescado en la mano. Con una voz que sonó como trueno celestial, dijo: “Soy Rafael, uno de los siete ángeles que están frente al trono de Dios. El Señor escuchó tus plegarias. Pon mi imagen en la ciudad y la peste se va a acabar.” El aire vibró con la promesa divina, y así comenzó una cadena de eventos que cambiaría para siempre la historia de Córdoba.

Un vistazo al ícono celestial

Antes de seguir con la historia, hagamos una breve pausa para conocer más sobre San Rafael. No es un santo histórico como otros; él y los demás arcángeles nunca tuvieron cuerpo físico ni habitaron en la Tierra, solo son una presencia celestial. Su nombre viene del hebreo y significa “Dios sana”, y no es casualidad. Este arcángel es el patrón de los viajeros, los ciegos, las enfermedades corporales, encuentros felices, la sanación, la protección, las enfermeras, los médicos y los trabajadores de la salud. Su fama viene de curar y proteger, como cuando guió a Tobías, sanó la ceguera de Tobit y liberó a Sara de un demonio, según la tradición católica.

El primer día de San Rafael se celebró el 24 de octubre de 1921, y en 1969 lo movieron al 29 de septiembre para que coincidiera con las festividades de San Miguel y San Gabriel. En el arte, San Rafael comúnmente se representa con un pescado, por una historia donde le dice a Tobías que use la hiel del pescado para curar.

La iconografía de San Rafael está llena de simbolismo. Es fácil identificarlo por sus atributos como un joven radiante, a menudo con un pescado, un bastón y a veces ropa de peregrino. Estas pistas visuales cuentan la historia de su rol guiando almas perdidas y restaurando la esperanza, una narrativa que los historiadores de arte y coleccionistas de antigüedades valoran hasta hoy.

De regreso a 1578 y la miseria de Córdoba

Después de la aparición del Arcángel, el padre Roelas corrió a contar su experiencia a las autoridades eclesiásticas. Su iglesia de San Lorenzo era una congregación pequeña, pero tres siglos antes, tras la reconquista de Córdoba por Fernando III, la población musulmana fue expulsada y convirtieron la mezquita del pueblo en una impresionante catedral para la Diócesis de Córdoba. El padre Roelas batalló para convencer al clero escéptico, hasta que un escultor local afirmó haber recibido la misma visita en un sueño, en el que el resplandeciente arcángel le pedía que esculpiera su imagen.

Desesperados y sin más opciones, decidieron encargar la estatua y la llevaron en procesión por las calles angostas y resonantes de Córdoba. Mientras pasaban, la gente decía que el aire se sentía más dulce. Milagrosamente, los casos de peste disminuyeron casi de la noche a la mañana. Al final de ese mes espantoso, la epidemia había desaparecido, y Córdoba declaró con alegría a Rafael su patrón celestial, llamándolo cariñosamente “El Custodio de Córdoba”. Hoy, su imagen sigue en una columna cerca de uno de sus lugares más importantes, el Puente Romano, un guardián silencioso de esperanza e intervención divina.

La leyenda de San Rafael no terminó con la peste que consumió Córdoba. En 1602, una niña ciega, al tocar la estatua, se sintió inundada de luz en los ojos cuando el milagroso arcángel le devolvió la vista. Un siglo después, un rescate marítimo dramático: un marinero, arrastrado por las corrientes peligrosas del río Guadalquivir, dijo que un “joven de cabello largo” lo había guiado a la orilla. Al entrar a la catedral de Córdoba a dar gracias por su salvación, se arrodilló ante la estatua de Rafael, exclamando con lágrimas: “¡Es él!”. Estos milagros constantes solo fortalecieron el lazo de la ciudad con su guardián celestial.

Un Testimonio Vivo de la Protección Divina

Han pasado siglos, pero la devoción de Córdoba por San Rafael sigue más viva que nunca. Cada 7 de mayo, fecha que el arcángel se apareció al padre Andrés, la ciudad se pone en modo fiesta con procesiones, ritmos de flamenco y ferias callejeras. Los locales juran que el santo sigue caminando entre ellos, disfrazado de viajero cansado, probando la bondad de la gente, sanando a los enfermos y guiando a los perdidos. Incluso los más escépticos no pueden evitar notar los ojos de la estatua, que parecen seguirte en los momentos tranquilos, recordándote que a veces, lo divino está más cerca de lo que piensas.

En una época donde el cinismo a menudo opaca la maravilla, la fe duradera de Córdoba en San Rafael nos invita a reflexionar: ¿y si los milagros realmente existen? Tal vez, en nuestras vidas modernas, también hay un toque de magia celestial esperando a sorprendernos cuando menos lo esperemos.


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